viernes, 27 de diciembre de 2013

Acorde Final

Hola Cariño:
He estado pensando. Y cuando medito, fumo palabras.
Eso ya lo sabes.
Lo que te has perdido en tu ausencia te lo contaré ahora.

He pasado tardes enteras rayando libretas y tatuando tu nombre a fuego en mi corazón.
Imagino que recuerdas la ley de los dibujos hechos con aguja. Son locuras de las que luego arrepentirse. Son recuerdos que quedan grabados para toda la eternidad en la piel.
De ese modo, has permanecido conmigo.
Por eso mismo, me ha sido imposible dejarte ir. Te llevaba en mi interior.
He pasado miedo; los fantasmas existen. Te he esnifado en las colchas de mi cama, y tu voz me ha acompañado a lo largo de los días. He visto tu reflejo en la misma ventana en la que hace siete meses me anunciaste tu marcha, en el lugar exacto en el que no pedí que te quedaras.
Te he echado de menos. Con h y sin h. Con todas las letras, con todos los sentimientos. Y sin ellos, también.

Pero como te he dicho, he estado pensando. Y cuando reflexiono turbo las ideas que tenía claras en un principio, y lloro, y sufro, y tomo decisiones que nunca cumplo.
He preferido sufrir que perderte, y he optado por elegir siempre y ante todo tu recuerdo.

Esta noche brindaré por nuestros momentos juntos, y rellenaré mi copa hasta olvidarlos.
No es odio. Tampoco amor.
Es el deseo de sentirme libre, de aflojar durante unas horas el nudo que oprime mis entrañas.
No es rencor. Tampoco pasión.
Tal vez debería cansarme de no encontrarte, y no lo hago.
No lo hago porque hasta que no te cuente todo lo que me he guardado no seré capaz de poner el punto final.

¿Sabes? Otros me han ayudado a reflexionar.
Eso es lo peor.
Han conseguido que deje de creer en ti. Pero no saben que la confianza se pierde, el primer amor no.

Me he dado cuenta de que regalando besos a otros que no eran tú, podía volver a dibujar sobre el tatuaje.
He jugado con ellos, he escrito sus nombres y les he cantado al oído.
Han reído, me han besado y han contado mis pecas bajo las sábanas.
Son 58. Aunque eso tú lo sabías desde el principio.

Los chicos con los que he estado desde tu marcha solo estaban interesados en sacarme a cenar.
Alababan mis ojos.
Me he hartado de escuchar: “Son una mezcla entre verde y marrón”
¡Joder! ¿Dónde se quedó tu típico: “ojos color miel”?
Hipócrita de mí, les devolvía la sonrisa. Se imaginaban sobre mi cuerpo, y yo les dejaba hacer.
Alcanzado ese punto, ponía el amor allá donde lo consideraba oportuno. Y mezclaba el cariño con el sexo.

Más tarde, salía de la maraña de brazos y piernas. No hacía frío. Pero mi piel así lo creía.
Me abrigaba con la sudadera gris de Adidas. La que dejaste olvidada en mi armario.
Las largas mangas estorbaban cuando me disponía a preparar café. No importaba.
Hacía unas horas me había sentido completa, y sin embargo, mientras la cafetera silbaba, notaba un vacío en mi corazón.
Entonces me descubría a mí misma vistiendo tu suéter


Mientras mi consciente trataba de arrancar tu sudadera, tu perfume y tu recuerdo de mi cuerpo, aquel que me esperaba en la cama rebuscaba en mi escritorio. Un trofeo que le evocara nuestras noches de rock and roll y sexo.
Se topaba con mi cuaderno (de cubiertas forzadas) abierto sobre la mesa. Una libreta repleta de textos al más puro estilo mío, incomprensibles, espeluznantes y rotos.
La culpa de que lo descubrieran es solo mía. Pero nunca he estado dispuesta a esconder lo que soy, lo que hago, lo que amo y lo que pienso. No me arrepiento de no haberlo hecho.
Lo leían, se vestían y huían en el momento en que yo vertía el humeante café.
De allí que me colocara a base de moca de vainilla. Me bebía la taza que le correspondía a él. Y la mía.

Tal vez, últimamente, no he sido K.
Bien es cierto que les pedía cama, pero de otra variedad a la que me ofrecían.
Eso tú, lo entendías y sabías guarecerme bajo las mantas manteniendo contra tu cuerpo cuando el día había ido en mi contra. No pedías nada más.
Además apoyabas mi arte, y no escapabas de él.
Me regalaste cuatro palabras: “K, escribiendo me fundes”.
Fundir no favorece a mi carta.



Pero en la vida real nada es perfecto, y esas fueron tus palabras

K

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