lunes, 9 de diciembre de 2013

Destruir lo que te destruye es solo el principio.

¿Sabes, Cariño?
Tengo la manía de crear mis propias sobredosis con las que me destruyo lentamente.
Parece que nunca me harto de bailar. De beber. De fumar. De enamorarme, y dejar que me consumas con calma. Como si yo fuese el cigarrillo permanente que mantienes entre tus labios.
Me arrastras lejos de las luces de la ciudad. Permites que me pierda, que olvide mi nombre. Siempre he tenido claro quién soy, pero cada vez estoy menos segura del tipo de persona en la que me has transformado.
Has conseguido que tus ideas se conviertan en las mías. Autómata. Incapaz de pensar por mí misma. Solo soy un manojo retorcido de sentimientos desordenados. Y cada vez me quedan menos. Intento grabar mis sueños con las brasas de tu cigarro en la piel de mis brazos. Son la utopía que permite que mis ilusiones respiren y continúen latiendo en lo que de mí queda.
Duele. Nunca me había sentido así. Sin embargo, es como si siempre hubiese estado dividida en pedazos.
Por favor, no me rompas más. Quiero deshacerme de tu llameante abrazo, pero eres exactamente la marca de heroína que necesito.
He tratado no meterme en problemas, pero una guerra se desarrollaba en mi mente: El amarte o el dejarte ir.
Estoy cansada de sentirme como una loca, harta de drogarme hasta ver las estrellas en mis ojos. Cariño; ¿Acaso no lo entiendes?
Siempre he sido una chica inusual. Una persona sin brújula moral que apunte al norte. Sin personalidad fija. Solo me componía de una indecisión amplia como el océano. Yo no quería ser así, pero si dijera que no tenía pensado ser de esta manera, estaría mintiendo. Porque yo nací para ser otra mujer.
No pertenecía a nadie, pero era de todos. No tenía nada, y lo quería todo. Estaba obsesionada con la libertad, y eso me empujó hacia un punto no definido de locura que me deslumbró y mareó. Tal vez fue en ese momento cuando perdí el control del timón.
Aunque tengo la manía de crear mis propias sobredosis, y parece que nunca me harto de ser quién no soy… No es así.
Sentir tu piel bajo mis dedos no me produce ningún cosquilleo. No es que haya perdido la sensibilidad por completo. Todavía no. Nuestro cigarrillo se consumió hace tiempo. Has gastado tu sueldo del mes de noviembre en más cajetillas. Pero por muchos más que enciendas, ya no volverá a ser lo mismo. Era bonito cuando compartíamos caladas después de hacer el amor, y jurábamos querernos. Ahora solo es humo. Humo que se enreda en mi pelo. Huele. Huele a falta de caricias, a odio y a labios secos.
Cariño; vacía el cenicero, cambia de marca y déjame ir.
K

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